Una nueva convocatoria


 
Las situaciones pasadas hacen ya 35 años se vuelven paradójicas. Por un lado el conflicto bélico de inaudita aparición, tanto para el país como para los que tomamos parte directamente y por el otro lado la vida de posguerra.
Fui participante de un episodio, donde de repente la rutina deja de ser la conocida vida cotidiana y es reemplazada por situaciones que nada tienen que ver con el presente o el futuro imaginado. En esa cuestión radica la adaptación que como persona se debe realizar para comprender en donde se está, cuales son las circunstancias, que rol debe cumplir, como asumir una nueva personificación en ese tiempo inimaginado.
Si tenía alguna duda de ¿qué es esto? o ¿qué está pasando acá?, esa duda se disipó ante el primer estruendo furioso y el temblor de la tierra. Una tierra que no quería abrirse para dejarme entrar a pesar de mi esfuerzo. Eso significa, sentir que la vida pende de un metro mas allá o más acá y que el miedo es algo que recorre los músculos y te obliga a ir hacia algún lugar, no se sabe cual.
Disipadas las dudas, recorrí otros senderos. La esperanza de un final, el retorno a aquel mundo que añoraba, la extrañeza de no pertenecer a esa naturaleza. Todo se vuelve un ida y vuelta entre los pensamientos y la situación cotidiana.
El frío, la intemperie, la lluvia que con fuerza golpeaba mis ojos y me impedía ver, la turba, la mugre, el hambre que se vuelve fatiga, el tedio, el viento que congela las mandíbulas y su fuerza me impedía caminar, las órdenes y las contra órdenes disparatadas, las alarmas rojas, las manos congeladas, los pies congelados, los muertos, los heridos, la morgue improvisada, los enfrentamientos, las balas fosforescentes, las explosiones que salpican con tierra húmeda, los disparos en la noche oscura, los aviones por la mañana, las fragatas en la madrugada, la falta de energías para poder caminar, las noticias que se contradicen, las cartas que no llegan.
Y en otra escena de la misma película, la rendición, entregar tu arma, tu casco, tu cinturón.Sólo te queda lo puesto, te llevan prisionero, te hacen bañar y después de tanto tiempo casi no reconoces tu cuerpo hambreado. Te amontonan en un campo de prisioneros al aire libre sin abrigo y temperaturas invernales, o te meten en un sótano hacinado sin ventilación. Te llevan en un enorme barco de pasajeros y la Cruz Roja Internacional comprueba si en realidad sos vos de verdad.
Hasta que otros que hablan tu mismo idioma te reciben y te agasajan con salchichas y muchos panchos. Teníamos hambre.

La Posguerra

Las consecuencias derivadas de esta experiencia no son solo por la participación, sino también por la condición de ser ahora excombatiente, veterano o como se nos bautizó al comienzo “chicos de la guerra”. Es decir, que el hecho bélico es el inicio de un proceso que no se termina, que tiene sus altas y sus bajas, pero que pueden eclosionar en diferentes circunstancias y de maneras singulares.
Lo personal y lo social se van relacionando y modelando. Cuando llegué a mi pueblo, sentí que miraban a un fantasma. Un conocido me abrazó al bajar del colectivo y me llevó hasta mi casa. Allí me reencontré con mi familia y al poco tiempo estaba en un acto patrio en un estrado junto al intendente de facto, autoridades, otros excombatientes que no sabía que lo eran y una gran cantidad de vecinos y estudiantes.
En el devenir de los acontecimientos y al pasar el tiempo quedamos en un limbo. Había una Democracia incipiente y la mirada hacia los militares era de desprecio y culpabilidad. Los vaivenes de la población, apoyando primero la recuperación de Malvinas y luego repudiando lo mismo porque se perdió, son un ejemplo claro de las contradicciones que también se producen en mi interior.
Como soldado fui a la guerra para defender al país, a la familia, a su pueblo y en ese sentido no hay que discutir nada y llegado el caso defendería como cualquier buen argentino a mi pueblo. Pero, cuando las causas se vuelven turbias, y la defensa no es la del país, sino la de unos interesados en apropiarse del poder, de interesados en perpetuarse en el poder a costa de la vida de otros, entonces se tiene la sensación de haber sido usado.
De todos modos, las decisiones no fueron personales, sino que cumplía con un reglamento fuera de discusión en esos tiempos y al que debíamos ajustarnos, a costa de ser considerados en el peor de los casos, traidores a la patria. Cumplí con mis obligaciones de ciudadano y de soldado.
Otras circunstancias se fueron dando como la asociación de excombatientes en centros que en un principio eran puntos de reunión de camaradas, pero luego existía esta necesidad de reivindicación frente a lo perdido, las islas, invocando a los muertos y por un futuro regreso y recuperación definitiva. Las miradas y comportamientos contradictorios, porque por un lado se comenzó a homenajear a los ex soldados y a calificarlos de héroes y por el otro se padecía la falta de trabajo, la discriminación por ser ex combatiente y supuestos traumas de guerra, o la falta de atención sanitaria. En fin, comenzaron otros graves problemas como los suicidios y comportamientos auto-destructivos.
No solo eran los recuerdos o vivencias de lo sucedido en el período bélico lo que provocaba confusión, angustia, tristeza, temor, enojo, sino o más aún el comportamiento de un país, de una sociedad, de sus autoridades que junto con una medalla se desentendían del problema. Y que cada cual se arregle como pueda. A algunos les habrá salido mejor y a otros peor.
Y ser un excombatiente, o un héroe o una imagen representativa para cierta población es algo que llegó sin buscarlo. Algunos viven esa personificación de manera permanente. En mi caso trato que no sea lo único destacable. Trascender a esa imagen es también, explicar sobre todo a los mas chicos, que no somos salidos de la televisión, que nada tenemos que ver con figuras de ficción, que nuestra vida está llena de problemas mundanos como los de cualquier ciudadano. Nunca tuve la aspiración de ser un San Martín, en todo caso podría haber sido una réplica de Cabral.
Pero ser excombatiente es una tensión y una salida para trascender, para ser importante o para simplemente ser.
La alternativa que encontré fue estudiar diversas carreras y a través de ellas buscar explicaciones a las preguntas que todos tenemos en esta vida. Es una manera de no claudicar, de valorizar lo que es nuestro país, de encontrar respuestas a interrogantes, de reivindicar nuestra soberanía no solo en lo territorial, sino en lo cultural, en lo artístico, en lo laboral, en lo ideológico, en lo militante, en lo comunitario.
Por lo dicho, la cuestión de Malvinas es un tema particularmente sensible. No llego entonces a comprender cuando se prefiere discutir negocios sin reclamar derechos, cuando quien representa al país interpreta que los patriotas son gente angustiada, o parece no importarle demasiado la soberanía porque no la entiende y desconoce el sentido de las luchas hacia una independencia permanente y definitiva. Lo que no significa pelearse con nadie, sino hacer sentir el peso de las razones en los lugares que correspondan, sin dejar de acudir y atender las necesidades de nuestro pueblo. Porque eso es ser un país, una Nación y no un conjunto de individuos atolondrados para sacar ventajas de donde y como sea.
El menosprecio sobre el tema Malvinas, con hipótesis de cesiones o adjudicándole a los kelpers derechos que no les corresponden, o habilitando explotaciones comerciales en áreas en disputa, son nuevas agresiones gratuitas de posguerra.
Por eso siento que otra vez he sido convocado, en este caso a dar un testimonio contra la entrega de nuestras soberanías, en todos los ámbitos desde el laboral, territorial, educativo, cultural, histórico, económico.
Y en estas condiciones en que se vive este presente, donde me siento otra vez llamado a sumar mi voz a esta resistencia, a pesar del tiempo transcurrido.
Omar Alberto Auel
Lic. en Periodismo- Veterano de Malvinas
P.D. “El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.
                  Atribuido a Bertolt Brecht

About Omar Alberto Auel

Postítulo en Peridismo y Comunicación. Licenciado en Periodismo.

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